Novelas

NO QUIERO SER MILLONARIO

Presentación de la novela “NO QUIERO SER MILLONARIO

Licenciada Mariblanca Staff Wilson

 

En primer lugar, gracias a tan selecta audiencia por estar aquí esta tarde, que nos reúne en este auditorio, en la grata ocasión de presentar la más reciente creación literaria del apreciado amigo Mauro Zúñiga Araúz, a quien me une una amistad de más de 40 años y a quien admiro y respeto, no sólo por su destacada trayectoria profesional y literaria, sino por su permanente compromiso solidario con la democracia panameña. Gracias Mauro por la deferencia y el honor de presentar esta novela.

Permítanme primero hablarles del hombre y del escritor, para luego hablarles de la novela.

EL HOMBRE.

Mauro Zúñiga Araúz, nacido en  la ciudad de Panamá en 1943, está casado con Blanca Aguilar, tiene 6  hijos y 4 nietos. Obtuvo su título de doctor en medicina de la Universidad de Panamá en 1968 y se especializó en medicina interna. Inició su carrera profesional en el Hospital Rafael Hernández en David en el año 1973 donde prestó servicios hasta 1976; luego se trasladó a brindar sus servicios como Médico interno en el Complejo Hospitalario Arnulfo Arias Madrid en la ciudad de Panamá hasta el  2007, fecha en la que se retiró de la práctica clínica. Durante cuatro períodos fue Secretario General de la Asociación de Médicos, Odontólogos y Profesionales Afines de la Caja de Seguro Social (AMOACSS).

Mauro es un hombre en cuya biografía podemos encontrar una paleta de múltiples colores y actividades: es un excelente médico internista, un demócrata y luchador civilista militante, profesor, investigador, ensayista, articulista de opinión en la prensa local e internacional, pero también, escritor de cuentos, obras de teatro y novelista.

EL ESCRITOR.

Mauro incursiona en la literatura en 1998, con el monólogo Vida de Otra Forma, con el que obtuvo el premio Ricardo Miró en teatro y el premio Anita Villalaz en 2001 con la misma obra. Mención de honor en el Ricardo Miró en el 2001 con su cuento, Los Lamentos de la Noche.

En su trayectoria como novelista, ha publicado las novelas: Itinerario de un tacaño, El Chacal del General, Espejo de Miserias, novela reeditada en 2013 con el título Diario de una Puta, Espejo de Miserias, Fumata Negra, también reeditada en 2014 y  El Alumno. 

Y en esta última faceta de Mauro, como novelista, sin duda la más personal e íntima, siempre me sorprende por su estilo innovador, su original mirada sobre los temas que trabaja y por su versatilidad, creando textos adecuados al público al que se dirige, manteniendo su libertad de expresión, sin traición al mensaje que desea trasmitir.

La amplitud de su capacidad creativa podría resumirse diciendo que estamos ante un escritor honesto con su propio trabajo, siempre comprometido con lo que expresa y capaz de comunicar con públicos muy amplios y diferentes.

LA NOVELA.

            La más reciente creación literaria de Mauro, que tengo el placer de presentarles se titula: “NO QUIERO SER MILLONARIO”. No seré yo quien hable del argumento de la novela, porque, por una parte corresponde al lector o lectora descubrirlo, y por otra, será el propio Mauro quien en su intervención nos desvelará hasta donde estime conveniente.

Si escribir un libro es un orgullo y lo digo por mi experiencia como escritora, presentarlo es un honor para quien estima a los libros como quien estima a la libertad, porque los libros hacen libre a quien los quiere. Por eso, amo los libros porque me enseñan a aprender lo que no sé y luego a contarlo con pasión si merece la pena ser contado. 

El primer deber, no siempre cumplido, de quien presenta un libro es haberlo leído. Yo he cumplido siempre con ese deber. Y en este caso, he leído “NO QUIERO SER MILLONARIO” con el ávido placer de quien ignora y quiere aprender.

Puedo decir que desde el umbral de esta obra, desde la dedicatoria que Mauro hace a sus nietos y a toda la niñez,  ya se vislumbra su valor. Esta novela es, sin duda, un importante aporte al cambio cultural y social en la promoción de valores éticos, cívicos y morales en la niñez y adolescencia panameña. 

No creo equivocarme al señalar, que Mauro no solamente escribe con pasión, sino que vive sus personajes con una intensidad emocional y espiritual tan básica comparable a la necesidad incuestionable de respirar.

En esta ocasión, Mauro coloca en nuestras manos una novela que es buena y hermosa en todas sus dimensiones: está bien escrita no solo desde el punto de vista del lenguaje que es amplio, sencillo y comprensible, una prosa amena, fluida, sino también desde la  hondura psicológica de su principal personaje.  

Hago un paréntesis para hacer referencia a lo que sobre la novela me expresó una adolescente de 13 años, Milagros Montenegro, estudiante de segundo año en la Escuela Elifenia Staff de Potrerillos Abajo, a quien le solicité que la leyera. Al preguntarle si le había gustado la novela, si la lectura había sido fácil y qué enseñanza sacó de ella, me contestó que le había encantado, que no tuvo dificultad en la lectura porque es de fácil comprensión. En cuanto a enseñanzas señaló que le resultó interesante conocer cómo fue la vida humilde y trabajadora del protagonista Mario Martínez, que fue un niño que no pudo disfrutar de su niñez porque tuvo que empezar a trabajar desde muy chico y que a pesar que tuvo oportunidades de ser millonario no las aceptó, prefirió seguir siendo humilde, bueno y ayudar a los demás. Que encontró valores de respeto, humildad, solidaridad. Que la novela le ha servido para darse cuenta que “no importa el dinero sino tienes humildad, si no eres responsable y que la vida por muy fácil que se vea es bastante difícil y que por eso los niños tienen que estudiar y esforzarse para ser alguien en la vida, sin olvidar las raíces, los valores familiares y el ayudar a los semejantes”.

            Puedo decirte Mauro que con ese testimonio de Milagros, la novela ha pasado la prueba de fuego. “NO QUIERO SER MILLIONARIO” es una novela escrita con el corazón, con mucho sentimiento,donde la palabra nace limpia y poderosa, porque es auténtica y no falsifica ni traiciona. Confío plenamente que esta gran aportación de Mauro  tendrá significativos efectos multiplicadores en el ámbito educativo y cultural panameño.

La lectura de la novela me permite concluir la siguiente reflexión:

En la vida podemos hacer grandes cosas, sin olvidar nunca que la mano de Dios  guía nuestros pasos.   Que debemos mantenernos en el camino de la justicia, de la solidaridad y ser capaces de soportar algunos dolores y sufrimientos, porque nos hará mejores seres humanos. Que debemos ser humildes y respetar a las personas sin distingos de ninguna naturaleza, porque no importa la riqueza material o la belleza externa sino lo que somos en nuestro interior  y lo que hagamos en la vida debe dejar huellas imborrables. Que si bien todos tenemos distintas cualidades, capacidades y habilidades, sepamos valorar las que tenemos y podemos ofrecer a otras personas y además, enriquecernos, aceptar y disfrutar con las que otros nos pueden brindar. Saber aceptar nuestras limitaciones y no olvidarnos de nuestras metas y sueños, aunque muchas veces parezcan lejanos y difíciles. Encaminarse hacia ellos es el primer paso hacia algo que ni siquiera podemos imaginar y no olvidar nunca que cada ser humano en sí mismo vale MILLONES.

Considero que es una obra solidaria y una valiosa contribución a la cultura nacional que abre una interesante oportunidad para la reflexión colectiva, que sirve para educar y promover la enseñanza en principios éticos y valores cívicos;  pero además, una novela que nadie debe dejar de leer, porque es una obra para niños y niñas entre 7 y 100 años. Ojalá en cada hogar, en cada escuela, en cada universidad del país pudiera haber al menos una copia de esta novela.  

Muchas gracias.

(Auditorio de la Gobernación de Chiriquí, 26 de marzo de 2015, presentación a cargo de Mariblanca Staff Wilson)

Comentario de Sarai Aguilar estudiante graduanda de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá. 12 de junio de 2014


Comentarios de Sarai Aguilar, estudiante graduanda de la Facultad de Derecho, Universidad de Panamá
La verdadera felicidad se alcanza cuando ayudamos a los demás. Mauro Zuñiga Araúz


El día de hoy, se realizó un conversatorio en la Universidad de Panamá sobre la última y recién publicada novela: No quiero ser millonario del Dr. Mauro Zúñiga.

El compartir las opiniones con los estudiantes presentes, fue extraordinario. Hubo una mezcla de emociones con aportes interesantes y muy valiosos, de los presentes. Definitivamente que es un grato placer, leer, compartir y discutir esta novela.

Mis más sinceros agradecimientos con el autor. Esta novela es sin duda una semilla importante en el corazón de todo el lector, que da la oportunidad de sumergirse a disfurtar la emotiva historia de Mario Martinez (personaje principal de la novela).

REFLEXIONES DE UNA ESTUDIANTE DE BIOLOGIA SOBRE LA NOVELA NO QUIERO SER MILLONARIO

Estimado Doctor Zúñiga 

Sean estas mis primeras líneas portadoras de un afectuoso saludo y éxitos en sus labores. Soy estudiante de biología de primer año y próximamente, en agosto seré estudiante de medicina de la Universidad de Panamá. No sé si recuerda haber estado en un pequeño conversatorio con un grupo de biología, donde tuve el honor de conocerlo. La razón por la que le escribo es simplemente agradecerle por su hermoso libro "No quiero ser millonario", por escribir tan hermosas líneas llenas de sabiduría, amor, sencillez y humildad, valores que hoy en día se han convertido en cualidades. Gracias por hacer llegar mensajes como este a los corazones de jóvenes y adultos que como usted queremos ejercer la medicina. Puedo decirle que en mis cortos 18 años de vida he esperado la oportunidad de conocer a una persona que siendo médico no olvida que en este mundo no estamos para ser servidos, sino para servir, que lo más importante en la vida no es el dinero ni lo material, sino el amor y el servicio a los demás sin esperar nada a cambio; hoy he encontrado en usted un ejemplo.

Espero que en un futuro no muy lejano pueda ser como Mario y sentarme en un petate debajo de un palo de mango en mi casa y seguir siendo sencilla y amorosa.

Que el Padre Dios Altísimo le conceda los buenos deseos de su corazón y prolongue para usted años llenos de salud, sabiduría, amor y felicidad junto a los que usted ama. 
Agradecida y bendiciéndole en gran manera,

Diana Carolina Reyes

El compartir las opiniones con los estudiantes presentes, fue extraordinario. Hubo una mezcla de emociones con aportes interesantes y muy valiosos, de los presentes. Definitivamente que es un grato placer, leer, compartir y discutir esta novela.

Mis más sinceros agradecimientos con el autor. Esta novela es sin duda una semilla importante en el corazón de todo el lector, que da la oportunidad de sumergirse a disfurtar la emotiva historia de Mario Martinez (personaje principal de la novela).

NO QUIERO SER MILLONARIO

 MAGISTER FIDEL TORRES, PROFESOR DE SOCIOLOGÍA.

No quiero ser Millonario, la novela  más reciente de la producción literaria del Dr. Mauro Zúñiga Araúz, es un libro importante que apunta  al ejercicio ético de la medicina, pero que  por la manera amena y clara de contar historias  nos hace ver aspectos íntimos de nuestras propias vidas y  reflexionar sobre cómo debemos hacer las cosas,  en relación  a los demás, en  cualquier posición o profesión que ocupemos.  Esto me hace decir que es un libro que debe ser leído por todos: estudiantes, profesionales, investigadores y ciudadanos  en general.

Como podrá encontrar el lector, en este libro no hay nada  que no puede pasar o no haya pasado; no es pues, un libro fantasioso ni metafórico, es un libro claro, sencillo y directo, sin artilugios literarios, que refleja el punto de vista de un profesional de la medicina, que  a través del personaje de la novela,  resalta la dedicación de muchos médicos que en lugar de buscar el  éxito económico, hacen honor al juramento hipocrático sirviendo a las clases más necesitadas.

Toda la novela es uno anecdotario idealista y visionario, como es la vida del Dr. Zúñiga, intranquilo luchador, hombre sensible a hacer mejor las cosas, a ayudar, con su hacer día a día  a construir un mejor país.

La lectura de este libro permite distinguir tres partes discernibles. La primera,  presenta a Mario Martínez, protagonista de la novela,  enfrentando las dificultades y dolores producidos por las necesidades del medio rural campesino, olvidado y marginando en nuestros países.

La segunda,  tiene que ver con la vida urbana y  la vida universitaria de Mario,  que culmina exitosamente  graduado de médico. La tercera, alude a  los estudios de postgrado, su práctica de médico en instituciones públicas y privadas,  rodeado de tentadoras ofertas de trabajo que lo convertirán rápidamente en un hombre adinerado, condición que Mario se niega a aceptar. El autor resalta así la condición enajenante de una cultura capitalista que nos hace adorar el dinero y las cosas que ofrece el consumismo.

Don Mauro Zúñiga es un hombre que quiere educar,  concientizar y hacer  vida útil de los valores que nos alegran sirviendo  a los demás, y hace cátedra cuando dice: “Los seres humanos nos forjamos en la adversidad, las dificultades nos ayudan a  madurar”. Y en otra parte cuando dice  “No creo en gente  que dice que hay que darles a nuestros hijos de lo que uno  no tuvo”. “Educarlos es una soga que aprietas y jalas. Premios  y castigos, nada de maltrato físico, a veces basta una mirada”.

Don Mauro, lo felicitamos. Con esta novela ha reivindicado usted aquella  frase de José Martí que dice “Se ha de tener fe en lo  mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. “Hay que dar ocasión  a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Sino, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien los azuza a odios inútiles y otra para quien no les dice a tiempo la verdad”.

Como luchador incansable, que forma parte  de ese colectivo de quienes creemos que la construcción de nuestro país se puede mejorar con la participación de  todos y todas, tengo que añadir que es usted un héroe y a  su dedicación heroica por un mejor futuro le dedico también, las siguientes palabras del maestro José Martí: “El heroísmo en la paz  es más escaso porque es menos glorioso que  el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden”.

No quiero ser millonario: enseña a ser humanista y solidario

REISA MIRELLA VEGA VICEDECANA DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL - UNACHI

La estrella de Panamá. 10 de septiembre de 2015.

El Dr. Mauro Zúñiga Araúz es un hombre que ha dado la cara por Panamá.


El Dr. Mauro Zúñiga Araúz es un hombre que ha dado la cara por Panamá. Un hombre que arriesgó no solo su vida, sino su carrera y su familia por ese sentimiento de defensa, no a la patria ni a la nación panameña, sino a la dignidad de los hombres y mujeres que vivíamos, algunos cegados, quizá muchos por la ignorancia, otros por el conformismo y muchos por intereses.

No quiero ser millonario, su obra literaria más reciente, me lleva a mirar desde las más profundas realidades los sucesos que enmarcan las historias de vida de los personajes que allí conviven, en especial la de Mario.

El contexto se desarrolla en un humilde poblado del país, Bejuquillo, donde las carencias son muchas, pero el amor a las raíces y al legado familiar se lleva en el alma.

Pese a las muchas adversidades, una familia busca, como un paleativo, salir de la pobreza y marginalidad; pero desde la mirada de un niño, feliz, por no entender las vicisitudes de la vida.

La identificación del personaje de la obra lo ubican, por sus características físicas, en la población indígena y campesina que existen en nuestro país. Esta novela narra y describe situaciones de la vida con tanta profundidad, que el lector se adentra en la trama. Desde su inicio al final: el amor a la tierra y su caserío es lo que hace feliz a Mario Martínez.

La felicidad se escapa cuando Mario enfrenta la muerte del ser más querido, su madre. Este doloroso suceso, unido al aprovechar nuevas oportunidades, descubre en él la inquietud por curar.

Destaca el autor en la obra valores como: la amistad, la solidaridad, el agradecimiento, la empatía, la ética y el amor. Pero también hay en la obra personajes recurrentes que transmiten la mezquindad, la soberbia, el orgullo y el egoísmo.

Las oportunidades de superación, estudios y trabajo son importantes en este relato, pues cada acontecimiento vivido por Mario marca metas para alcanzar un sueño: ser médico.

Gracias a sus esfuerzos, Mario logra superar cada uno de los obstáculos, que lo pueden llevar a perder su objetivo, por lo que las pruebas de conocimientos en la Facultad de Medicina de la universidad son superadas con éxitos.

‘Convertirse en médico para curar enfermos y ser un hombre feliz'. Noble propósito.

La obra, No quiero ser millonario, recoge también las impotencia de este médico, al enfrentar las vicisitudes de no poder curar en algunos casos y ver morir a sus pacientes por múltiples causas, entre ellas las carencias en los hospitales y centros de salud. Enfrentarse con la triste realidad de la vida. Nacemos y morimos. Pero que es necesaria la puesta en práctica en los hospitales y centros de salud de programas de ayudas a los enfermos.

La solidaridad es uno de los valores que más presenta la obra de Mauro Zúñiga.

El doctor se enfrenta a la realidad de lo que acontece en los hospitales públicos del país y se solidariza con los enfermos. Prueba de ello es la fundación Bejuquillo que ayuda a los enfermos que más la necesiten.

La novela, No quiero ser millonario, abre el marco impuesto por nuestra realidad consumista y competitiva a la otra expectativa, a ese don de que convivimos con seres iguales a nosotros. A ser humanistas y solidarios.

 

EL ALUMNO

En El Alumno  Mauro Zúñiga Araúz nos sorprende con su estilo literario, cada vez más innovador, en el que nos narra, sin espacios ni tiempos, las enseñanzas  que un General, Dueño y Señor de un país, le entrega a un civil sobre los truculentos estilos de gobernar: la mentira, el soborno, la estafa,  la amenaza, el miedo, el cinismo, la corrupción, el tráfico de armas, la prepotencia,  el lavado de dinero,  la promiscuidad, la drogadicción, el alcoholismo.  Pero resulta que el civil es un hombre lleno de conflictos existenciales, producto de sus maltratos en la infancia y  desarrolla un trastorno bipolar con episodios de psicosis que el autor describe con maestría.

El Alumno es  una novela inmanente,  que atrapa al lector desde su primera línea hasta la última y, como es habitual en al autor, es una narrativa de un solo aliento: sin treguas ni respiros.  A pesar de lo escabroso de los temas, Zúñiga Araúz nos los presenta con una prosa fluida y amena.

NOTA DEL AUTOR

El Alumno es una novela. Una narración de ficción.  Por lo tanto, los nombres y las circunstancias son meras coincidencias. 

 

2° EDICIÓN DE ‘EL ALUMNO’

El heredero del dictador

SOL LAURÍA

mlauria@laestrella.com.pa

Mauro Zúñiga introduce un personaje contemporáneo en la tradición literaria que se centra en la figura del tirano. Un nuevo líder en tiempos de democracia, con los mismos métodos

ZÚÑIGA. En novela, Mauro Zúñiga publicó Espejo de Miserias, Itinerario de un tacaño, El Chacal del General y, ahora, ’El Alumno’. También escribió cuentos, obras de teatro, investigaciones y ensayos.

2012-09-05 — 12:00:00 AM — PANAMÁ. Siempre se ha dicho que la realidad supera la ficción. La frase adquirió jerarquía de axioma y, si necesitase argumentarse, podríamos encontrar evidencia en la vasta imaginación que tomó como materia de creación la misma realidad en Latinoamérica. Más claro: cuentos y novelas que se basan en hechos históricos concretos y verificables. La narración de mentiras sobre verdades de este territorio. 

Ejemplos sobran. Las plumas del Boom latinoamericano le dedicaron mucha atención (y páginas) a la figura del dictador, para denunciar el caudillismo y el poder autoritario ejercido en la región. Allí está la maestría de Mario Vargas Llosa en ‘La Fiesta del Chivo’ para desmembrar el régimen de Trujillo en República Dominicana. ‘Yo, el supremo’ de Augusto Roa Bastos, ‘El Recurso del Método’ de Alejo Carpentier y, por supuesto, Gabriel García Márquez con ‘El Otoño del Patriarca’.

Aquí, en Panamá, apareció ‘El Alumno’, un libro de Mauro Zúñiga que ya va por la segunda edición. Heredero de esa mirada comprometida y politizada, Zúñiga no toma al dictador como personaje central sino a su propio contemporáneo: el alumno, el sucesor que ejerce la arbitrariedad en estos tiempos de aparente democracia.

Todos conocemos a Zúñiga: irónico, concreto, audaz. En este caso construye la voz de un narrador atento y observador, pero externo. Uno que pone en tensión realidad y ficción en este tiempo. Aunque no es escritor ni tiene la maestría de los autores nombrados, el libro se lee de un tirón por la sucesión de hechos irrisorios que introduce y porque esas verdades que contadas de otra forma o por otra persona podrían arrastrar al drama, tamizadas por su estilo resultan divertidas. 

PERSONAJES CERCANOS

El dictador en este caso es el maestro del personaje bendecido por su protección, que es el principal. No sabremos qué habrá visto el dictador para amparar a esa niño tímido que era el blanco de todos los golpes en la escuela y siempre volvía a la casa con la cara moreteada, para la risa de hermanos, primos y preocupación de algunos adultos (los que no le prestaban atención y lo llamaban ‘tuntuncito’). Tal vez esa necesidad de padrino o guía. En el General la encontró y recibió los consejos y favores que finalmente lo convirtieron en un hombre con una ambición sin reglas, déspota, vicioso, promiscuo, millonario empresario y, finalmente, presidente. Bipolar ya era antes de eso. 

El aprendiz y el tirano interactúan. El aprendiz, Enrico, descendiente de una dinastía agricultora, con un abuelo patrón de estancia déspota que igual que explotaba de sus empleados, abusaba de las mujeres de ellos. El tirano, el General Andrés Ponce, un hombre reclutado por la CIA cuando estudiaba en la Academia Militar, incorporado cuando retornó al país a los organismos de inteligencia y, a partir de allí, al narcotráfico vinculado al cartel de Medellín. Luego, para traficar armas para la contra nicaragüense, se asoció también al de Cali. 

ENSEÑANZA Y ¿REALIDAD?

Enrico, ya se dijo, era tímido y el General vio en él una persona de confianza para lavar dinero. Él acepto gustoso a cambio de millones y algo que experimentó por primera vez en la casa de su tutor: la desinhibición que producen la cocaína y el alcohol. Nunca más podría abandonarla: ‘ambas han sido damas de compañía necesarias para que otras damas lo acompañen’, apunta el narrador de ‘El Alumno’.

Aunque con el tiempo el aprendiz se convertirá en un emisor desinteresado en sus interlocutores, con el tirano escucha más de lo que habla. Escucha cosas como esta:

—Los narcotraficantes no hacemos nada gratis. Ya lo verás cuando incursiones en este negocio. 

Y más adelante:

—Necesitamos más propiedades para lavar. Hay que construir una gran cadena de supermercados. Si lo logramos, lavamos el mundo. 

Y después: 

—La mentira, Enrico. Miente siempre. La verdad no existe ni en la imaginación. Pero mentir es un arte que hay que aprender. Empieza por mentirte a ti mismo. Engáñate. Cambia tu identidad (…). La identidad es como te ves a ti mismo. La personalidad es como te ven los demás (…). No te importe un carajo si hoy dices algo y mañana lo contrario. La gente no se dará cuenta y, si se da, se jodió.

Con estas máximas, el alumno llegará incluso a superar al maestro. De a poco se convierte en un hombre sin ningún tipo de pudor para conseguir su objetivo, ya sea hacerse de una empresa, un banco o una mujer, aunque sea menor y de su propia familia. Adquiere del maestro la visión machista que concibe al sexo como un símbolo del poder, de su virilidad; por lo que la mujer es un objeto del que se dispone. Como entiende que es fundamental manejar la política para tener control sobre los negocios, también llega a Presidente. 

“El Alumno’ es una obra realista, más que una historia novelada. Al leerlo y releerlo, se entiende que esta ficción tiene un sustento real. Y se desea, tal vez en vano, que la realidad se aleje de eso.

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FUMATA NEGRA

La santisima trinidad de “Fumata negra”

El Vaticano convertido en hospital, Jesús un sanador de mente prodigiosa y el Papa un cristiano ateo

Fermín Caballero Bojart, Madrid | 30/09/2013

 

Mauro Zúñiga (Panamá, 1943) inicia su carrera literaria con Vida de otra forma, monólogo con el que alcanza el Premio Ricardo Miró (1998). Novelista de vocación tardía, de exquisita madurez, médico y demócrata practicante comprometido con su nación. A lo largo de sus obras expone un depurado estilo, comprometido con el ser humano, su naturaleza y su papel en la sociedad impregnando a sus líneas un aroma de erudita sapiencia, exprimida con suaves dosis de magistral documentación antropológica. Su penúltima obra, Diario de una puta (Verbum 2013), convierte al profesor Zúñiga en un referente español de actualidad de las letras panameñas, donde aborda el papel más degradado que una mujer puede vivir. Obra a la que dota de un legítimo realismo, parejo al que Alberto Moravia destiló en La romana.

El Vaticano convertido en un hospital, Jesús un sanador de mente prodigiosa y el Papa un cristiano ateo, encierran la santísima trinidad de Fumata negra. El narrador profana la historia más reciente de la religión católica, apostólica y romana. Trasmite el poder de un Papa que perseguido por un afán de superación de la verdad, atesta golpes de moral al descarriado rebaño cardenalicio, hasta alcanzar un desenlace trepidante. Nada es lo que parece, nada es lo que fue, en la vida de Jesucristo.

Apestando a corrupción, desde sus inicios, carga con mortero y barrena sin dejar cabos sueltos, dominando el entramado, respetando la sucesión de hechos y destripando con fino escarpelo las teorías y dogmas de una institución huérfana de escrúpulos. Una claridad de sucesos que no permite pasar por alto unos personajes que se antojan cercanos, en tiempo y escena, a las noticias de cada día.

Una apuesta por el discurso preciso y contundente. De púlpito a púlpito maneja el pulso dialéctico con los periodistas, con los sacerdotes, con los colegas de rango. Mantiene la tensión, entre el pasado y el presente, desvelando el verdadero origen y balanceando el futuro hacía un final definitivo, hacia un cambio que marcará el rumbo de la Historia.

El lector encontrará un arduo camino de esperanza. La fumata negra, con su humo azufroso, le irá cegando. Eliminar al Papa ha sido un tópico, un tabú, que la Historia ha demostrado que tan solo obedece a intereses ocultos. Sin embargo la nueva obra de Zúñiga, rompe una vez más el molde. Primero puntea, después mantiene la guardia, luego asesta el golpe certero. Saquea desde su propia fe cristiana, la universal y equívoca paradoja de lo mítico como padre de lo sagrado. Plagio. La antítesis de la honradez. Una acalorada y nada divertida adaptación al guión. Desmontar la coyuntura clerical, egoísta y desvergonzada, será la solución para el nuevo mundo cristiano y ateo que el Papa ha elegido. Así, con el hilo argumental bien definido desde el inicio, se hace de su lectura un transitar sencillo, de ácidas gotas de desnudez, diseñando una imagen de Jesús sin precedentes. Mauro azota bien el humo, sin concesiones a la ambigüedad.

Una novela de inercia unidireccional, de empuje directo hacia la revisión de las normas morales más estrictas a las que se debe renunciar de una vez por todas, para dejar patente la falta de principios que envuelven las corruptelas con que opera el Estado Vaticano. El pontífice revolucionario lucha para salvar el desdichado y ancestral mensaje, con la palabra y con el ejemplo. Concienciando y desengañando. Convencido de su ateísmo y de su cristianismo. Difundiendo la verdad. La verdadera historia de unos hechos que la Iglesia siempre ocultó.

Los capítulos, basados en mudas temporales bien manejadas, trasportarán al lector entre siglos, como las estaciones nacen y mueren cada año. La narrativa de Zúñiga, deshoja, hiberna, despunta y florece. Con un mimado vocabulario, da el frescor necesario al tiralíneas con que ambienta las escenas, alimenta los personajes y trasplanta los incógnitos, para dar paso a un escampado de fulgor y respuestas. A veces de súbita resolución, pero siempre de un genial impacto.

Fumata negra, profunda novela de corte teológico, debe ocupar un lugar en los estantes de los seminarios junto a Cónclave (Alfagura, 2005) de Roberto Pazzi, radiografía del Vaticano.

 

Diario de una puta. Espejo de miserias

En esta obra el autor rompe con los cánones preestablecidos de la narrativa lineal y gestiona, con espacios temporales adecuados, el reloj interno de la historia

Fermín Caballero Bojart, Madrid | 04/06/2013 2:52 pm

Es para mí un privilegio estar hoy sentado entre dos grandes narradores. Por ello doy gracias a Luis Rafael y a todos los que habéis venido a escucharnos pero muy especialmente a Omayra Huertas, la mujer protagonista, sin la cual el doctor Mauro Zúñiga Zaraúz hoy no estaría aquí, porque gracias a su diario nos ha reunido para hablar de su obra.

Obra que Editorial Verbum cataloga dentro de su Colección de Narrativa.

La novela que se presenta hoy y ahora, por primera vez en España, con el sugerente título Diario de una puta. Espejo de miserias aborda, a través de la vida de una mujer, su lucha por sobrevivir y superar todos los obstáculos que cruelmente padece desde niña y que se interponen en su infernal trayecto hacia la madurez. Desembocando en el ejercicio de la prostitución acuciada por su propia madre.

Novela social y psicológica que se alimenta, a lo largo de sus dos primeros tercios, de la experiencia mundana de la violencia en sus más diversas variedades. Maltratada en su hogar, testigo de abusos constantes, la novela arranca en una atmósfera sórdida que resume lo que Omayra ha vivido de niña y presagia lo que vivirá hasta el desenlace final.

Pero el drama no es todo. Hay una balanza que equilibra la búsqueda constante del yo. Una exaltación del amor propio, tan necesaria para triunfar en la vida y que es lo que el autor ha querido apuntalar como conflicto. La superación de uno mismo a través de la identidad con el valor más profundo que una persona siempre debe de conservar: el amor a su propia condición de ser humano.

Equilibrios internos son los que de alguna manera mantienen vivo el interés en cada capítulo. Se sucede a cada desarrollo-desenlace de tensión, su antítesis. Donde el hombre capaz de causar la mayor aberración, puede, como género humano, ser el creador de las más bellas obras. Como el regalo que recibe la propia Omayra de su maestra, un libro de pinturas famosas con la biografía de sus pintores.

Antes de continuar no quiero pasar por alto la portada del libro. Sorolla visita Londres exclusivamente para observar Venus del espejo. Cautivado por el óleo de Velázquez regresa con la idea de abreviar, de silenciar imágenes. Inspirado en el desnudo de Venus, pinta Desnudo de mujer. Sin cupido, sin diosa y sin espejo. Así es la narrativa de Zúñiga, sutil y evocadora. Porque el lector enseguida capta las imágenes esgrimidas o las omisiones a propósito, cómo la de la niña que comienza a ir a la escuela a los siete años creyendo que el mundo es desamor, amargura y muerte en la barriada de El Cerrito.

Estilo Narrativo

Rompe el autor con los cánones preestablecidos de la narrativa lineal y gestiona, con espacios temporales adecuados, el reloj interno de la historia. Avanza el narrador en segunda persona hasta el momento en que la niña se convierte en mujer a los trece. En mujer y en escritora. El diario muda al yo mujer. A una narradora protagonista que nos sumerge en el vivo dolor y en la reflexión arcana de lo íntimo, de lo femenino reservado para uno mismo. Mauro atrapa. Primero encandila porque mete a Omayra en el corazón del lector. Pero a la par le enfurece porque le es imposible rescatarla, luchará impotente, sabedor de cuál es el camino adecuado, obligándole a continuar leyendo. Avanzando en la historia.

El diario marca la diferencia con la tipografía, con letra desenfadada y con una desgarrada inocencia de la cristiana que Omayra lleva dentro, que le lleva a buscar soluciones inconclusas, respuestas a temores. A mantener su identidad. El patrimonio léxico del autor, denota un trabajo paciente y metódico, primero con Omayra escritora, cuyas primeras palabras aprendidas, por escuchadas repetidamente, fueron gritos de dolor en su propia familia. Al finalizar la enseñanza media, un adolescente, por norma general, conoce unos pocos miles de palabras (María Teresa Serafini, Cómo se escribe, ed. Paidós, 2007) y solo los buenos textos llevan a mejorar el vocabulario. Y así evoca el doctor Zúñiga, la importancia del lenguaje en la narrativa que maneja la niña, la adolescente, la mujer, la prostituta o la enamorada que a lo largo de varios años vamos íntimamente conociendo. Citando textualmente el título de Dr. Jekyll and Mr. Hide de Stevenson, por ejemplo.

Asistirá el lector a un baile de narradores, que se centra mayoritariamente en la segunda persona. Punto de vista que intima con la genialidad del mexicano Carlos Fuentes en Aura. Pasando con brevedad por el narrador omnisciente en tercera persona (Cap. IV otro de ellos, pag. 81; Cap. VI el otro de ellos, pág. 109; Cap. VIII él, pág. 119). Caudal léxico que se consigue con un paso del tiempo que solo el diario demuestra, y con las sucesivas experiencias que la vida depara a Omayra. Su lectura convierte al diario en auténtico ejercicio de estilo a lo largo de los nueve capítulos de que consta Espejo de miserias.

¿Por qué un diario?

Es su inicio, con un arranque soberbio, conciso y afilado, el que va a marcar al narrador en segunda persona, a lo largo de todo el texto, y con el que el autor se centra en recrear las escenas que van derrumbando el espíritu de sacrificio de la mujer, enfrentada al descubrimiento de islotes desiertos. Vacíos en medio de un mar de personajes que ventilan a una muchacha sin rumbo hacia puertos desconocidos y sobre los que vuelve para reafirmar su conciencia de rechazo. Va puliendo el diario con la agonía de una vida destinada al dinero fácil de la prostitución. Conoce del aborto, de la cárcel, del crimen, del odio, del engaño, de todas las agitaciones que dejarán al lector empotrado contra la cruda realidad de una clase social desenfrenada en busca de la utopía de la honradez moral como medio para alcanzar la riqueza del alma.

En el diario se estimula, con la primera persona, la cercanía inmediata. La complicidad. Mediante la palabra el ser humano expresa lo que siente. Sentirá, padecerá el lector con Omayra. Cuando reflexiona sobre sí misma, cuando disiente, cuando se arrepiente, cuando sufre, cuando ama, cuando sabe que no debe seguir escribiendo pero lo hace. Expresar es exprimir. Y el Diario toma posesión de ese sentimiento. Penetrará en el lector a su vez y le dejará sumido en la pregunta ¿Por qué escribe Omayra? Más allá de la expresión, evitando posibles respuestas biológicas, o de satisfacción de instintos primarios para comunicarse con seres supremos, a modo de pinturas rupestres, como apunta José Antonio Marina en su ensayo La magia de escribir. Quizás el diario obedece más a una de las nueve causas, que aseguraba Primo Levi, a las que un hombre atiende para ponerse a escribir de manera asidua: La liberación de la angustia.

Desenlace final

El diario es el antagonista de Omayra. Le acompaña durante catorce años, hasta el final de la obra. Desde julio de 1977 hasta enero de 1991.

Un final bien sorteado. Inesperado. Explosivo y redentor. En el capítulo nueve se goza de una narración épica, donde se refunden las voces de todos los narradores. La conciencia del lector disfrutará de un pequeño descanso para afrontar el desenlace. El diario, aunque parezca una contradicción, espera, durante la tregua, en un segundo plano. El doctor Zúñiga tiene la medicina preparada, el remedio contra todo un inoperante Estado de bienestar que no sabe atajar las verdaderas miserias de las clases marginales. Y de la mano de la vieja y falaz madre de Omayra, que retoma el mando de la situación nuevamente, nos lleva de vuelta a casa. Una regresión en forma de segunda oportunidad.

Ante la aparente falta de solución, sobre el lector planeará levemente la cuestión kafkiana del laberinto sin salida. Toda respuesta, toda posible solución que el Estado no es capaz de engendrar para remediar la lacra de la pobreza y sus profundos traumas, puede crearle al lector un final anticipado. Manipulado por la exaltación de valores analizados a lo largo de los ocho capítulos anteriores. Pero Zúñiga, dominador del ensayo y la valoración científica, sorprende una vez más y, pasada la luna de miel de Omayra y Luis Eduardo, abre de nuevo la jaula al monstruo de mil cabezas que atenaza la conciencia de la muchacha. Quedará el lector estremecido de nuevo por la tensión, la desenfrenada búsqueda de recovecos. Destreza sin fisuras que elevan el estilo narrativo a un precioso y directo lenguaje, que enmascara una verdadera historia de desamor.

Amenazado por el arrepentimiento, rompe el autor ese flujo kafkiano, de “el castigo busca la falta” y se revierte en “la falta busca el castigo” (El arte de la novela, Milan Kundera, Tusquets, 2007). Deja entrever el peso del insoportable remordimiento de Raskolnikov, a la inversa que en Kafka donde el condenado no conoce la causa del castigo. Porque las personas están en constante cambio, y así sucede a lo largo de parte final de la novela con Omayra, cuya lucha por volver a un sitio que nunca estuvo, le hace dar un nuevo giro, dando un paso más hacia el infierno. Cambios que le reviven su pasado, los hechos que la denostaron, que se le antojan ciertos a cada momento, con la frescura de una crónica eterna de negros sucesos. Una negrura con reminiscencias de El color Púrpura.

Para finalizar y antes de pasar la palabra al autor, quiero concluir con una pequeña selección de críticas literarias que la obra ha recibido en otros medios, desde su primera publicación en Panamá en 2010:

  1. “En resumen, tenemos entre manos una buena obra, esgrimida por su autor con conocimiento de causa y, más que como un libro, como un estetoscopio en el cual ausculta los síntomas de la sociedad.” (De Ariel Barría Alvarado).

  2. “Para el lector casual como para el amante de las ciencias humanas este libro representará un espejo profundo y novedoso, una radiografía social. Expone la explotación de la mujer, los abortos clandestinos, el incesto, los secuestros, la prostitución, homosexualidad, lesbianismo, miedos, sobrevivencia, el mundo de las pandillas, el vicariato, la violencia en todas sus modalidades.” (De la catedrática de la Universidad de Panamá Yolanda Crespo).

  3. “Esta breve novela aborda temas densos que retratan las incongruencias y carencias sociales, no solo de Panamá, sino también de todo este mundo que también está globalizado en sus privaciones y penurias. También plasma con detalles una enorme y enlutada realidad que se repite en todos los territorios de la tierra. Mauro, como debe ser, no se conforma con lograr un relato novelístico valioso y novedoso; él es un hombre comprometido con la sociedad que lo alberga y, por ello, subyace bajo la factura propiamente literaria, un anhelo de renovar y purificar nuestra irredenta realidad social” (Isabel Barragán de Turner).

  4. “En Diario de una puta, el autor nos muestra la vida de una mujer castigada por el entorno y la prostitución, para formar un caleidoscopio de miserias a través de personajes efímeros que hablan de la dignidad perdida frente a una moral enferma de sexo, en una metáfora de la lucha del sujeto por recuperar la humanidad” (Rafael Guerrero Ríos. Le Monde Diplomatique).
Espejo de Miserias

“…Porque como soy una mujer que vive en el infierno creo saber lo necesario para que nadie entre…”
                                             …..
Mauro Zúñiga Araúz nos introduce, de la mano de una prostituta, en el mundo de las pasiones desenfrenadas donde todo puede ocurrir; pero, esencialmente,  Espejo de Miserias es la historia de un conflicto que el autor aborda con firmeza y valentía. Presiones sociales versus principios  morales. ¿Es posible abandonar ese inframundo?  ¿Cuáles son los límites de  la dignidad?

Circulan por la novela la sensualidad y el erotismo, sin el peligroso riesgo de caer en lo pornográfico, pues  la verdad narrativa responde al sano criterio de repetir el eco de dolorosas experiencias, muy visibles, en el entramado de una dinámica social cada días más agresiva.

Resumen de, articulo presentado por  de la profesora Sara Escobar-Wiercinski   en la  Conferencia Anual de la Sociedad para el Estudio Interdisciplinario en Colorado, Sprinng, USA

Traducido por Stella Saied 

Espejo de miserias (2010) de Mauro Zúñiga describe el abuso y la violencia contra las mujeres jóvenes que viven en pobreza, la violencia doméstica y la explotación sexual en los países en desarrollo, y en todas las sociedades. Muestra cómo el abuso se intensifica y lleva a una serie de nuevos abusos a través de la industria del comercio sexual, a nivel local y global. En la novela, la protagonista no solo experimenta la explotación sexual de su padre, y de la mayoría de los personajes masculinos, sino también el abuso de la máxima proxeneta: su propia madre. Todo esto la moldea y finalmente la lleva a depender de su sexualidad para sobrevivir. La novela muestra cómo las mujeres jóvenes comienzan con actividades como el estriptís y el baile, y poco a poco y de manera sutil son reclutadas en el comercio internacional del sexo. La novela también muestra la capacidad de adaptación de una mujer que, a pesar del mundo de la violencia y el sexo, es capaz de liberarse de la subyugación y ganar poder. La protagonista socava tanto sus opresores y la opresión con un poderoso instrumento: un diario. Con el diario, el autor claramente presenta la falsedad de una sociedad que abusa a las mujeres jóvenes, tanto en la esfera pública como en la esfera privada a través de la violencia doméstica. La novela es una buena herramienta de poder y conocimiento que demuestra que de hecho, la prostitución es uno de esos mecanismos de poder cuya ancha red, según el filósofo Michel Foucault, toca a todos y a todo. Este estudio analiza tres importantes manifestaciones de poder. En primer lugar, se identifica el papel de los proxenetas, chulos y traficantes en la globalización. En segundo lugar, muestra el biopoder en la prostitución y su conexión con la economía mundial y la globalización. Por último, se examina la dinámica de poder subyacente a la "normalización" de los fenómenos globalizados de la prostitución y la trata de personas. Se consideran preguntas importantes: ¿Es la prostitución una violación de los derechos humanos? O un derecho que el ser humano puede elegir? Si la prostitución es una violación, ¿por qué esta profesión milenaria sigue siendo apoyada por muchos, incluyendo a las propias mujeres?

 

 

Itinerario de un Tacaño

2001 EDITADO POR CETRASES


ISBN 9962-02-151-0
Impreso en Panamá


Diseño:
Alicia Bañuelos
Caricatura:
Joaquín Carrasquilla

 




 


EL MATRIMONIO

1

      A don Matías lo acompañan, desde que se precisa el recuerdo, dos virtudes: es tacaño y olvidadizo. La primera no abrió caminos para que transitaran las dudas; la segunda permitió el escrutinio de las interpretaciones. No se sabe bien, y al parecer no se sabrá jamás, si las trajo en los genes, esas microscópicas partículas que inundan los cromosomas y  se responsabilizan en recoger el polvo de nuestra historia, o bien, si fueron adquiridas. Los que se inclinan por la primera posibilidad, se basan en que el abuelo materno era tacaño y que al bisabuelo paterno se le olvidaban las cosas. Nadie, ni los más longevos, llegaron a conocer a los que antecedieron a don Matías. Tampoco quedó nada escrito, porque estos detalles no son registrados en la hoja de vida de la gente; pero son virtudes que se van transmitiendo de padres a hijos y sobre todo, de abuelos a nietos, en las tardes de lluvia. Los días de lluvia en los caseríos son grises y tristes. Vagos, no así inútiles. A la vagancia y a la inutilidad les gusta pasear juntas, pero cada una tiene el cuidado y hasta el orgullo de calzar zapatos propios. La vagancia le permite al pensamiento volar sin alas prestadas; la inutilidad lo esconde. Son tardes solitarias, ausentes. El futuro se detiene y la esperanza se desvanece, se desmaya, como una señora que, en ayunas, espera en la fila de los creyentes, animada en recibir la hostia en la misa cantada del mediodía, un domingo caluroso de verano. Las tardes de lluvia invitan al tiempo, hasta lo obligan a presentarse desnudo, a contar lo que sabe a través de las voces, sin aliento, de padres y abuelos. Esos son los momentos del contacto entre el ayer sin fronteras, ya fijo, con el hoy de infinitas posibilidades, pero que la lluvia lo limita a escuchar los ecos perdidos del ayer. La lluvia es seductora, despierta el ayer, que la furia del sol lo vuelve a enviar a la tierra de los sueños. Lo que se escucha durante esas tardes, se aprende, se procesa y se archiva en un poderoso disco duro, que  alguien, alguna vez, se le ocurrió llamarle memoria. En otra tarde de lluvia, cuando los padres o abuelos evocan historias, el archivo se vuelve a abrir para volver a hacerlo, si el hijo o el nieto son, a su vez, padres o abuelos, repitiendo el ciclo que la lluvia despierta. Por otra parte, los que opinan que las virtudes de don Matías son adquiridas, entran en algunas consideraciones aún no confirmadas, afirmando que ninguna de las dos ocupa puestos en los genes, dando, para afianzar sus argumentos, el ejemplo de muchas personas que poseen una u otra virtud o ambas, con un árbol genealógico libre de pecadillos. Los que así opinan, y la verdad siempre sea dicha, están en franca minoría. La gente le da más valor al murmullo de la lluvia. Las historias que se dicen no siempre están escritas. A veces se dicen solas, otras veces las escriben para decirlas después, otras están escritas para no ser leídas.  Se suceden como los funerales de los pobres. Sin alborotos. Unos dicen que a lo dicho se le agrega el ruido del trueno y se le resta la agonía del silencio. Otros, en cambio, que a lo escrito, la tempestad le borra páginas. De lo sucedido el único capacitado para dar fe es el suceso, porque los actores se empantanan en lo que aquellos que reclaman salvar la historia, llaman interpretaciones. Puntos de vista, los  que estudiaron español. Dudas de la duda podría ser el nuevo nombre de los textos y de las cátedras que escarban el pasado.

      La muerte le coqueteó varias veces a don Matías, pero su Tacañería lo indujo a que ni siquiera dejara pasar por su mente la idea de prestarle el cuerpo, aunque fuera de mentira, y menos por un instante. Don Matías conoce muy bien esas tentaciones y no ha cedido, no por falta de curiosidad, sino por ese mágico poder que excede cualquier debilidad de la voluntad, por lo que no la miraba con la expresión que contagia a la gente que se acuesta sin mañana: ni con la cola del ojo. La dejaba pasar con una indiferencia que rayaba en la vulgaridad.

     La primera vez que la muerte le enseñó sus blancos colmillos, a través de una irónica sonrisa, fue a los siete días de nacido. Su madre, cuyo nombre todo el mundo ha olvidado, parió en su casa atendida por una comadrona, que ignoraba esas modernas técnicas de asepsia y antisepsia y que cortó el cordón umbilical con el mismo cuchillo con que la señora de la casa  tajaba las tripas de los cerdos y de las vacas. Además, amarró el mismo cordón con los cordeles de unos zapatos viejos de don Jeremías, el padre de don Matías. A los siete días el recién nacido empezó a presentar fiebre, una risa extraña, forzada y generalizada. El mal duró doce horas. Desapareció en la misma forma como apareció. Era el mal de siete días o tétanos, como dicen los que saben, que impidió que la humanidad creciera al ritmo que se tenía previsto. A los recién nacidos, que escapaban de esa enfermedad, se los quitaban a las madres para ser estudiados, como trofeos de guerra, en las facultades de medicina. En el caso de don Matías lo dejaron con su madre, la del nombre que juega ajedrez con las avestruces, porque nadie le dijo nada a nadie. Hace pocos años, cuando en una tarde de lluvia se abrió el archivo y se contó con lujos de detalles lo acontecido, los que sostienen la tesis de la herencia como causalidad, se abrazaron de entusiasmo. Los estudiosos del tema le han dado la debida importancia a este episodio. En primer lugar, por lo común que era esa enfermedad en la población infantil durante la época que vio nacer a don Matías, y en segundo lugar, porque la mortalidad se acercaba a la totalidad de casos afectados; hechos que impedían pasar inadvertido el suceso. Hoy en día, dejar morir a un recién nacido de tétanos es merecedor de la silla eléctrica, o en casos más favorables la cadena perpetua. Fue la única vez que don Matías vomitó la muerte. Los expertos piensan que la muerte lo sorprendió, que por eso la dejó entrar, pero al sentirla, la expulsó de inmediato. Desean insistir en términos, en vocablos, en conceptos. No son amigos de utilizar palabras, ni expresiones figurativamente. Si hablan de vomitar, no se están refiriendo a devolver, ni a regurgitar, ni a echar. Se es diáfano, límpido, transparente, claro, cristalino, puro, traslúcido. Vomitar es arrojar violentamente por la boca lo contenido en el estómago. Así ocurrió con la muerte.

      A los cinco años de edad, la muerte se llevó a todos los niños menores de seis años. Se metió en los cuerpos de los infantes a través de una enfermedad llamada disentería. Los vómitos y diarreas terminaban en la tumba. Don Matías no permitió que le diera ni náuseas. A los veinticinco años la muerte volvió a revolotear. La tuberculosis pulmonar estaba sembrando de luto los hogares. No había ninguno que no tuviera una cinta negra colocada en la puerta principal.  En la de don Matías había cinco: las de sus padres y las de sus tres hermanos. Él ni siquiera estornudó.  La coquetería apareció con una palmadita en la espalda a los cuarenta y siete años, edad en la que habían muerto sus abuelos, sus bisabuelos y sus tatarabuelos. Todos de ataque cardíaco o de apoplejía. Como a un reloj al que se le detiene la máquina automáticamente, a toda la familia de don Matías, a quien la muerte no se lo había llevado por razones otras, lo esperaba con toda comodidad en la esquina de los cuarenta y siete  y con el mínimo esfuerzo se los llevaba en sus brazos para el mundo que ha borrado el tiempo.  Para que no haya duda en la veracidad de esta regla, los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de don Matías se han muerto a los cuarenta y siete años, al punto que, en la partida de nacimiento de cada uno hay una nota, escrita a mano en la parte inferior de la hoja, que dice observaciones: morirán a los cuarenta y siete años de edad, salvo que la muerte no disimule su impaciencia y disponga saludarlos antes.  Según este fatalismo genético, de ñapa son los años que don Matías vive. Lo que les ocurría a los hombres a esa edad, les sucedía a las mujeres a los cincuenta y tres, pero por otras causas: cáncer del aparato digestivo.  Los expertos pensaron que tal vez la muerte se había confundido de género y que iba a hacer la  formal visita a esta otra edad, pero nada.  Durante ese año, no apareció ninguna molestia que importunara a sus tripas. Ninguno de los Fernández de la rama a quien corresponde el nombre de don Matías había vivido más de cincuenta y tres años, tanto para atrás, como para adelante, en lo que a generación se refiere. Una vez cumplido los cincuenta y tres, la otra virtud ocupó airosa su lugar: a  don Matías se le olvidó morir.

 

 

 

El Chacal del General

Portada: Manuel López

Fotografía: Deimerys Díaz

Siembra de Lectores Ediciones, 2007

Imprenta: Articsa

ISBN 978-9962-00-181-2

 

 

 

 

 

Ciudad de Panamá, jueves 9 de julio de 1987.
Sonó el timbre.
Ruido áspero, rugoso; lacerante, como el golpe de un látigo rígido sobre una piel  lastimada.
Los dos ancianos se vieron con un rostro ya olivado.
– ¿El timbre?
–Sí, sí, el timbre.
Los oídos se habían desacostumbrado a ese ruido rayado, escarpado.
–Qué sé yo la última vez que sonó  –dijo uno de los dos.
Hubo, en el acto, un gesto de  admiración, trasmitido por  vibraciones insonoras. Cuando Chicho estaba y sonaba el timbre, miraban a través del ojo mágico de la puerta. Ojo mágico. Religión desde que el General se convirtió, por decreto propio, en el dueño y el señor de las vidas y de las haciendas. ¡Llegó la gente! Se escuchaba la voz alegre de Chicho, hijo único de la pareja envejecida. ¡Llegó la gente! Era una señal, una contraseña. Los desconocidos se retiraban, a veces en silencio, a veces con violencia. Una vez intentaron forzar el portón de hierro.

Virginia leía, con bifocales baratos que descansaban sobre la nariz acartonada, el diario La Prensa, único valiente y desafiante que se voceaba en el país. Las cejas blancas invadieron la frente como la marea alta. Subió los párpados; sus ojos pálidos y abiertos semejaban los de los pescados muertos sobre la arena. Un movimiento vermicular de las comisuras  les impidió formular preguntas. Efraín salió de la cocina. El ruido del timbre lo congeló.

La desinformación vestía las letras de los medios escritos y le almidonaba  la lengua a las emisoras. La  retadora   Radio Mundial atormentaba a  los verdugos.

–Saben que la casa no está vacía  –dijo Virginia,  temblorosa –. Acabamos de encender la luz.
–Nos deben estar espiando –comentó Efraín sin moverse
Era la voz del miedo. Un miedo  íntimo, auténtico. 

Desde que Chicho ingresó al colegio vivían en el tercer piso de un apartamento alquilado en La Exposición, un céntrico y modesto barrio. El edificio era viejo, con las escaleras desgastadas  y pintado de un gris desteñido. Cada apartamento tenía una sala-comedor, una cocina pequeña, dos recámaras separadas por un solo baño de material añoso. El matrimonio ocupaba una; el hijo la otra, vacía desde el 13 de septiembre de 1985.

***

–Esto de quedarme paralítica no va conmigo  –decía Virginia con inusual frecuencia después de la trombosis cerebral que le mantenía la mitad izquierda del cuerpo inmóvil – Me siento como un vegetal  petrificado. Cuando Chicho aparezca no me puede encontrar postrada en esta mecedora. ¿Aparecerá?...  No puedo ser una inválida.
La repisa de la cocina se bajó y se reemplazó la estufa por cuatro quemadores nuevos que le quedaban a  la altura de la cintura. Así cocinaba.

***

“La concentración va”. La noticia brotaba a cinco columnas del periódico editado el 9 de julio.
–Algo va a pasar  –le dijo a su marido –. Este diario está encendido. Mira la cantidad de remitidos de todos los sectores sociales convocando a la Gran Marcha Blanca de mañana.

–Los leí todos  –respondió Efraín.
Compartían hasta los pensamientos atormentados.

El turno de la lectura de Efraín era matutino; el de Virginia, cuando el sol se deshilachaba sobre las ventanas.
Volvió a sonar el timbre.

–Vienen por nosotros –exclamó la mujer –. Les conviene desaparecer a los familiares de los desaparecidos. Sin testigos, no hay delito.

El hombre salió tímidamente de la alcoba.
– ¿Para dónde vas?
Habían leído el martes 7 de julio en el mismo diario: “Atacan caravana de automóviles”.

–Paramilitares sin escrúpulos –dijeron.

Fotos. Golpes. Gritos que no son impresos. Angustias visibles en la gente reprimida. Teléfonos.
–Es mejor no contestarlos. Nunca portan buenas –decía ella.
–Tampoco nos podemos aislar  –decía él.                                                                  

***

–Me siento en un laberinto infernal –. Hablaba con un sollozo que la ahogaba –. ¿Dónde estará nuestro hijo? Sé que estoy viva porque te miro, porque la biología reclama sus necesidades, porque al terminar mis infatigables coloquios con el insomnio veo la luminosidad, ciega a los  muertos;   porque siento la amargura de los días insípidos, monótonos, intrascendentes. !Qué dolor! No se puede describir sin sentirlo.
La palma debilitada de Efraín le acariciaba las hebras de la  cabellera blanca.

***

Chicho no acostumbraba informar sobre sus  destinos. Voy a una reunión, dijo  la noche del viernes 13 de septiembre.

Se le vio en una mesa solitaria de una conocida refresquería del malecón. Solicitó un capuchino que lo tomó sorbo a sorbo. Miraba hacia la puerta  cada vez que se abría. Nadie llegó. Pagó el café. Le sonrió con amabilidad a la camarera. Bromeó sobre cualquier cosa. Salió por la única puerta del  local. Había pocos comensales distraídos, sentados en las bancas de la terraza. No lo vieron. El auto permanecía en el mismo lugar donde lo encontró Efraín el sábado por la tarde. Padre desesperado. Sí, sí, aquí estuvo anoche. Nada extraño, dijo la camarera. No había rastros.

Un  médico blanco, de una altura cercana a los seis pies, con el cabello negro de hebra fina partido a la izquierda y canas dispersas sobre las sienes, ojos verdes, nariz larga con una pequeña protuberancia natural, con lentes  por la miopía y la presbicia, de airoso caminar, de mirada retadora, que solía pararse con el pulgar derecho dentro del bolsillo del pantalón,  había sido retirado de un transporte colectivo en la frontera con Costa Rica el mismo día en que Chicho desapareció. Muchos vieron a los agentes del orden empujando al galeno, enemigo declarado del General.  Pronunciaba su nombre en voz alta, con la cédula de identidad personal en la mano. Agentes del orden: leopardos, pumas, machos de montes, tigres, caballos, víboras. El murmullo de su captura se extendió por todos  los rincones. De Chicho no se dijo nada: había desaparecido como los fantasmas que regresan a sus tumbas sin ser vistos por  los mortales.

***

En la madrugada del lunes 16 de septiembre de 1985, Virginia se levantó empapada en sudor. Miraba hacia todos lados. Caminaba de su habitación a la de Chicho, regresaba, volvía y regresaba; no hablaba; subía y bajaba los brazos rítmicamente. Efraín se despertó.

– ¿Qué te sucede, Virginia?
Seguía caminando en silencio. Entró al cuarto de su hijo,  se sentó en la cama y  se acostó. Empezó un llanto legendario. ¿Por qué fue el primer llanto del primer hombre? Por un dolor sin heridas físicas.
–Calma, ¿qué te sucede?

–Encontraron a un hombre decapitado dentro de un saco de lona.
Dejó de llorar.

– ¿Cómo lo sabes?
–Lo acabo de ver; un niño lo encontró ayer.

–Debe ser el del médico.

–No sé, no sé; vestía un pantalón color café que le hacía juego con una camisa de rayas del mismo color.
Efraín palideció. Con esa ropa había desaparecido Chicho.

– ¿Qué más viste? –preguntó Efraín con el alma comprimida.
 
“¿Vive? ¿Estará muerto? ¿Cómo murió? ¿Lo torturaron? ¿Qué le hicieron? ¿Le sacaron los ojos? ¿Se los pincharon? ¿Le cortaron la lengua con un afilado cuchillo? ¿Le sacaron los dientes con pinzas ajustables? ¿Le hicieron tragar cucarachas vivas? ¿Dónde estás, hijo mío?”.

Virginia encontraba momentos para derramar su pesar por sus mejillas desgastadas.

***

Efraín se resistía a aceptar la donación de la agrupación benéfica. Duele llegar a viejo. Duele más si las esperanzas se quiebran como un fino adorno de cristal de Murano. La pierna izquierda de Virginia  no se recuperaba, el brazo se movía con torpeza y la mano sujetaba con debilidad. “A Virginia se le debe desplazar en una silla de ruedas”, le había recomendado el  médico. Una silla de ruedas. “Lisiada.” “Baldada.” “Impedida”, término menos criminal. Ofensivo, despectivo. Derrengada, ¿más aun? Efraín aceptó la donación. Duele llegar a viejo sin ahorros, sin nada. Viejo, nada, cosa, silla de ruedas. Había permanecido hospitalizada, ausente, retraída,  hasta el primero de noviembre de 1985.

***

– ¿Supiste algo?
Le hacía cada mañana la misma pregunta a Efraín cuando la visitaba en el Complejo Hospitalario del Seguro Social.

–Nada  –contestaba el hombre para economizar palabras. Palabras mugrientas.

– ¿Contactaste a alguien?

Prefería no mirarla. Se entretenía sacando y metiendo en la misma bolsa de plástico el papel higiénico, el jabón, la pasta de dientes, la ropa interior. Le daba el desayuno: café desteñido y frío. Pan endurecido, huevos grasosos, crema sin sabor.

– ¿Quieres algo de la casa?

– ¿Qué? El paladar se me fugó. Chicho y  el médico están compartiendo destinos –dijo Virginia, con los ojos humedecidos.

–El pesimismo no te ayuda; tal vez lo están interrogando.
–Los policías capturaron al médico en pleno día. ¿Quién se llevó a Chicho?
–La posibilidad de un amigo no se descarta –dijo Efraín sin ningún convencimiento.
– Ya hubiera avisado, tú lo conoces bien.

***

La silla de ruedas era de vinilo. Calurosa. Efraín le compró una mecedora de segunda, de caoba, con asiento y respaldar de mimbre, fresca. Con el barniz transparente, resaltaban las vetas. Reposaría en la alcoba con ventilación cruzada. Vigoroso el esfuerzo del hombre para cambiarla de la silla de ruedas a la mecedora, de la mecedora a la silla de ruedas. Ella se apoyaba sobre el cuello frágil del que la tomaba con ambas manos por las axilas.

Un sol apenado se dejó ver. Indeciso. ¿Salgo? ¿Me oculto? No sabemos interpretar el idioma del Astro Rey. Salió el 18 de septiembre. La gente se despertó con un presagio que no se traduce en el otro lenguaje, el que necesita letras. Una señal lapidaria, sin sombras, brotaba de las bocas. “Comunicado estúpido”, decían unas. “Confesión de culpa”, murmuraban otras. Del Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa había salido un escueto documento desvinculándose de la captura del galeno en el  trasporte colectivo.

ESPEJO DE MISERIAS

Mauro Zúñiga siempre nos ha sorprendido con sus originales experimentos narrativos, su obra publicada siempre presenta una estructura alejada de la ortodoxia y la costumbre.  Los temas que trata  añaden permanentemente un enfoque desacostumbrado a la visión que tenemos de la realidad que nos circunda; por otra parte, el lenguaje literario que sale de su pluma tiene connotaciones diversas, desde las más líricas hasta las puramente escatológicas, desde la denuncia expuesta con seriedad y proclama moralista,  hasta la ironía, la caricatura y la parodia, en suma, Mauro siempre resulta un narrador por demás extraordinario por las insurrectas fórmulas que utiliza en su narrativa, las que se alejan bastante de los cánones comúnmente aceptados.

Su última novela publicada Espejo de Miserias  también nos impresiona por la primicia de de muchos de sus elementos, los que maneja con gran destreza.  El tratamiento de los temas, por ejemplo, ofrece inusitadas perspectivas que los sazonan favorablemente.  Los temas ya han sido tratados desde siempre: la degradación humana, la miseria social, la ruptura de los valores, la pugna entre el deber ser y la supervivencia, sin embargo, Mauro añade algo que los hace presentar un nuevo rostro: ese algo se clarifica con un rápido viaje en picada hacia los insondables pozos de la iniquidad y la ignominia. En esa caída al vacío, llena de adrenalina por la extrema violencia del desplome, nos presenta un muestrario de las muchas  aberraciones de la sexualidad humana, sin caer en el regodeo morboso y moroso que exhibe la pornografía, y diría yo, que sin ni siquiera perseguir detalladas y sensuales descripciones eróticas y excitantes, porque al novelista le interesa más retratar con pelos y señales los absurdos extravíos que de manera pestilente se presentan en los inframundos morales y sociales y cómo éstos se van convirtiendo en una cadena de aferrantes grilletes que asfixian la libertad de los seres humanos y aniquilan el libre albedrío. Además, después de haber tocado el fondo de la depravación y la infamia, Mauro da un vuelco de media esfera y presenta una nueva forma de ruindad, todavía más execrable que la depravación sexual, la mentira, el engaño y la hipocresía, como los más condenables y supremos pecados de la humanidad, para llegar a un final abierto con la consigna de “la verdad nos hará libres.

Esta variada paleta temática está muy bien desarrollada en una trama, aparentemente sencilla: la vida sórdida de una familia que vive en la marginación social y económica, y las formas como cada uno de sus miembros cae en un tremedal de arenas movedizas que los hunde más y más con cada movimiento.

En el caldo de cultivo de una vivienda infrahumana de una barriada bruja interactúan un padre crápula, borracho y violento, que practica el boxeo aficionado con la esposa: muchos “yabs” a la mandíbula y a los ojos, “uper cots” de izquierda y derecha a los costados y a las partes blandas del abdomen; una mujer permisiva a quien sólo le importa que lleve la comida y los reales que sisa de los bolsillos del borracho; una pareja de niños que crecen con el degradante espectáculo que les brindan sus padres.  Una niña que empieza a desarrollarse y que se ampara  en el seno acogedor que le brinda la iglesia con sus promesas de salvación y sus oraciones esperanzadoras y la predica de valores fundamentales que solamente se le prenden en la epidermis de su alma infantil; se refugia también en la promesa que ofrecen las aulas escolares: la educación es una verdadera salida de la pobreza y la miseria humanas, pero qué educación, una que es solamente una parodia de lo que debería ser; sin embargo, esa púber siente atracción por la lectura y el arte y en ellos se sumerge cuando puede. El varoncito es un puñado de rabias sin salida, que se coagulan cuando ve la violencia con la que el padre trata a la madre.

Esta primera fase del argumento llega a su clímax, cuando el padre borracho intenta abusar de su niña y la madre interviene, se da, por supuesto, un ataque despiadado a la mujer que defiende a su hija y, posteriormente, ocurre la respuesta feroz del hijo adolescente que, lleno de santa ira, apuñala repetidamente al padre hasta quitarle la vida.  La madre tapa el homicidio ordenándole al hijo que huya, que ella le dirá a la policía que unos ladrones entraron y lo ejecutaron. Hago un paréntesis, Mauro es un excelente y entretenido cuenta cuentos; sabe narrar, sabe capturar la atención del lector con recursos muy sencillos, pero también muy efectivos. Siempre las historias tienen un esquema básico: planteamiento, desarrollo, suspenso, clímax y desenlace; pero Mauro recorta la historia total en varios segmentos, a cada uno de los cuales les provee ese esquema, con lo cual el lector está siempre leyendo de sobresalto en sobresalto por saber que va a ocurrir y cómo se va a desarrollar la narración.

Ese manejo narrativo antes descrito, nos lleva a una segunda etapa de la trama, una historia harto conocida, dos jóvenes, muy jóvenes, que se enamoran y se casan, un matrimonio que fracasa por las mil y una razones que entenderán cuando lean la novela y, entonces, la vuelta al gueto, a la vida precaria, a arañar  y morder la sobrevivencia.

Sabiamente, Mauro hace pisar el primer peldaño de la degradación de su protagonista con un pecado frecuente en esta sociedad degradada  y rebajada hasta sus tuétanos: la usurpación del conocimiento, la rapacería de los títulos académicos lo que constituye una forma de depredación tan impúdica y obscena, que la sociedad no ha logrado repudiar en su justa medida.  Cada vez que alguien se encumbra  por razones políticas o sociales: un puesto de gran jerarquía o un matrimonio económica y socialmente importante, le florecen a los protagonistas títulos académicos que nunca obtuvieron y apellidos que jamás ostentaron. Mauro con su pupila bien graduada, nos señala que la inmundicia no solamente está en el sexto mandamiento.

El argumento sigue  profundizando la caída al vacío con la cadena de degradación de la protagonista: mesera en un bar de mala muerte, bailarina exótica, desnudista, prostituta emigrante y… lo que sea. En esta etapa el clímax se consigue no con la acción  sino con la introspección de la protagonista, aunque Mauro ha hecho un muestrario detallado, como en “Bell de Jour” de los muy diversos e insólitos comportamientos sexuales de los seres humanos, los que, aunque esperados, no dejan de asombrarnos; empero eso no es lo que realmente importa en la narración, si no, más bien los estados de alma de la protagonista que, en un momento de la narración, llega hasta  el borde del abismo, hasta la destrucción de los últimos reductos de su personalidad.

Desde allí se abre la última etapa, muy llena de ironía narrativa porque el hombre va a convertirse en víctima de la depredación, de la cacería femenina.  El hombre que siempre ha sido el prepotente, el engañador, el embaucador, el timador y mentiroso; el victimario, se va a convertir en víctima.  Me parece que ese es uno de los logros de la novela de Mauro: virar la tortilla, porque existe el mito, universalmente aceptado, de que el hombre es y ha sido el depredador, el cazador, el don Juan  burlador, el que quiere engañar y después huir.  En la novela de Mauro, los hombres también pueden ser ingenuos, bien intencionados y víctimas de crueles engaños.

El final del argumento debe ser disfrutado por los lectores, por eso no adelanto ningún dato, sólo les digo que es abierto, que cada uno tendrá que imaginar cómo debe terminar la novela, tendrá que aportar de su propio magín un “happy end” o  un cierre trágico.

La pintura de los personajes, aunque resulta más que todo esquemática, los retrata con tino y verosimilitud.  Más que a nadie, a la madre de la protagonista, quien es procazmente ávida de dinero, de comodidades, por lo que no duda en recomendarle a la hija que exhiba su belleza y que se prostituya para aumentar la entrada familiar.  Ella es la verdadera artífice de la caída de sus hijos en las zahúrdas más ignominiosas y fétidas. 

Por otra parte, también traza con acierto la fatal herencia del machismo, ya que los personajes masculinos hacen votos sus de proteger a las mujeres de la familia cuando ven maltratadas a sus madres, de los que abjuran una vez convertidos en hombres porque  ponen en práctica lo mismo de lo que renegaron y terminan golpeando a sus esposas y hermanas, para finalmente caer en la acelerada espiral  del alcohol, la droga y la violencia, que los lleva hasta la muerte convocada por el pandillerismo y el sicariato.

También está muy atinadamente justificado el carácter ingenuo de Luis Eduardo, el que se casará con la protagonista y de los demás personajes masculinos.

La protagonista es un personaje muy interesante, porque tiene una clara conciencia de sí misma, nunca se engaña y, aunque lucha denodadamente porque triunfen los principios que ha aprendido, éstos están tan endeblemente bosquejados porque el fuerte trazo de la realidad borra los contornos apenas pergeñados en unas débiles clases de catecismo, termina justificando su conducta, aunque al final triunfa su deseo de ser fiel a la verdad.

Hemos afirmado que Mauro es un novelista innovador que experimenta fórmulas novedosas en la estructura narrativa.  En Espejo de Miserias, utiliza una variedad de técnicas que conjuga muy bien porque no alteran la coherencia del relato.  Lo primero que sobresale es la polifonía de voces narrativas: primero la voz omnisciente, la que va a aparecer muy pocas veces, porque como bien sabe el autor en la vida no existe ser humano que lo sepa todo, por ello prefiere emplear la voz de la segunda persona que es más testimonial y verosímil, narrar desde el tú, además involucra al lector porque nos alude directamente:  “Tú ignoras la sensación de una caricia paterna”, no es solamente la voz del personaje narrador, es la voz de muchos de nosotros a quienes el machismo nos negó la ternura de nuestros padres, que escogieron ser rudos o por lo menos secos, por no parecer amanerados, porque la ternura es cosa de mujeres. En la obra, conocemos las peripecias y asuntos de la trama a través de la voz de la protagonista Omayra Huertas, quien da fiel testimonio de lo que le ocurre a ella y de la valoración mental que hace de todo lo que le pasa y, además, de lo que ocurre en su entorno y de los juicios que de ello hace.

A este cambio de narradores se añade una variedad de formas de narrar, la más notoria es la utilización del diario íntimo,  que complementa lo narrado en segunda persona por la protagonista y que, asimismo,  permite que nos asomemos a los estados de alma de la protagonista, ya que ella no se limita a narrar los acontecimientos, sino que nos brinda sus sentimientos más recónditos y nos describe sus genuinas verdades interiores. El diario está escrito cuidando la coherencia del punto de vista narrativo, ya que cuando la protagonista inicia su diario, apenas tenía 13 años, y vemos que el relato se ofrece desde el punto de vista de una niña que apenas acaba de dejar atrás la pubertad, que además tiene un bajo nivel escolar, por lo cual las primeras páginas del diario están llenas de faltas de ortografía y sintaxis, las que se van a subsanar a medida que la protagonista se escolariza y se vuelve adicta lectora de novelas.

Por otra parte, Mauro sabe emplear muy bien el lenguaje literario, al que le varía los registros, según las circunstancias y los distintos estadios socio-económicos y culturales de los personajes.  Así encontramos  originales metáforas para describir el paisaje o para delinear los más disímiles estados de ánimo. Hace buen uso del vocabulario popular, a veces utilizando voces soeces, otras empleando un léxico eufemístico para referirse a los órganos genitales o a lo tocante a la sexualidad, como se advierte en el siguiente texto: “Nunca le noté a Guillermo gesto alguno que insinuara  que era un hombre bajito de sal, que caminara por la otra acera; al contrario, lo consideraba un macho, un macho completo, un supermacho. ¡Cómo nos equivocamos! Maricón de mierda. Hombre con los huevos de mujer. Con aceitunas falsas. Adonis de plástico.  Ambidextro. Cueco”

Pero sus mejores aciertos los encontramos cuando utiliza el lenguaje paródico o caricaturesco como en el caso  siguiente: “Luis Eduardo fue tratado como un niño hervido.  Agua hervida, leche hervida, comida hervida, ropa hervida…Niño que crecía dentro de una coraza construida de un fino cristal.”

Mauro también se vale de recursos visuales para enriquecer la estructura de la novela y permitirle al lector registrar coherentemente los acontecimientos de la trama.  Los distintos tipos de grafías que emplea distinguen la narración propiamente dicha de la que se relata en el diario íntimo de la protagonista, sin desarticular, en ningún momento la secuencia del relato novelístico.

Con todo, a pesar de los varios logros formales de Espejo de Miserias, lo que realmente hay que destacar es que esta breve novela aborda temas densos que retratan las incongruencias y carencias sociales, no solo de Panamá, sino también de todo este mundo que  también está globalizado en sus privaciones y penurias. También plasma con detalles  una enorme y enlutada realidad que se repite en todos los territorios de la tierra.  Mauro, como debe ser, no se conforma con lograr un relato novelístico valioso y novedoso; él es un hombre comprometido con la sociedad que lo alberga y, por ello, subyace bajo la factura propiamente literaria, un anhelo de renovar y purificar  nuestra irredenta realidad social.

Al haber escogido la vida de una bella e inteligente muchacha triturada por la marginación, hasta el punto de convertirla en un bagazo, en un degradado despojo humano, Mauro pretende curarnos la ceguera con la que miramos problemas tan antiguos como la prostitución, la drogadicción, la delincuencia y las otras lacras que, como póstulas purulentas, cubren toda la epidermis de la sociedad y, más aún, las entretelas del alma de los pueblos.  Intenta que  tomemos conciencia de nuestra complicidad, activa o pasiva, en el crecimiento de estos ancestrales males.  Aspira a que, por lo menos, borremos nuestras malas actitudes, nuestras indiferencias, nuestros veredictos ofuscados por los prejuicios, para que, en un acto reivindicativo de nuestra poltronería y desidia, enfrentemos nuestra mediatizada responsabilidad en la creación, ya muy postergada de un mundo nuevo.

Felicito a Mauro Zúñiga Araúz por la tenacidad  y porfía, por la valentía y la bizarría con las que siempre ha abordado los temas escabrosos que desgajan de forma irreverente la irreductible esencia del ser humano y desbaratan la consecución del ideal de nuestra estirpe humana: ser como dioses, no sólo por nuestra inconmensurable facultad de idear y de crear, sino también por la capacidad reestructurar el mundo imperfectamente creado; gracias también por pedirnos que no demos la espalda con el escudo de los más injustificados prejuicios a la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene y, ante todo y sobre todo, de halarnos la oreja con la eterna magia de las palabras para que en un remoto futuro, como dice mi dulce marido, dentro de este siglo en ocho, al fin podamos llegar alegres a las míticas y justas playa de Utopia

Isabel Barragán de Turner
Panamá, 28 de enero de 2010

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